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Noticia / 12 de Diciembre de 2016
El bienestar positivo como herramienta terapéutica

En los últimos años ha crecido el interés por estudiar algunas dimensiones emocionales consideradas “positivas” y han comenzado a aparecer conceptos como “felicidad” o “bienestar positivo” en diversas publicaciones que buscan determinar la existencia de posibles vínculos entre estas dimensiones emocionales y la salud de las personas.

Aunque investigadores y académicos se han preguntado si un estado de “bienestar positivo” o una mirada optimista de la vida, se relacionan con una mejor salud, lo que se entiende por “bienestar positivo” dista mucho de haber sido consensuado, y las definiciones suelen ser muy amplias o diversas. Así, hay estudios que consideran el bienestar positivo en la dimensión de la hedonia, otros en una dimensión más profunda denominada eudaimonia (relacionada con el significado de la vida y la realización del individuo), y otros incluyen además, dimensiones sociales de redes de apoyo o de gestión de salud.

Una reciente revisión, publicada en la revista Current Cardiology Reports 2016;18(11):106-116, intenta resumir algunos hallazgos que han relacionado distintas aproximaciones al concepto de “bienestar positivo” con resultados cardiovasculares, mortalidad y factores de riesgo de Enfermedad Cardiovascular (ECV), dando además una panorámica de posibles explicaciones para estos hallazgos y también para las falencias o inconsistencias que han detectado.

De acuerdo a los datos reunidos en esta revisión que vinculan el “bienestar positivo” con mejores outcomes de salud, estudios a gran escala han demostrado que el “bienestar positivo” pareciera ser protector contra los factores de riesgo de ECV. Sin embargo, estos hallazgos podrían estar mediados en gran medida por mejores comportamientos de salud (por ejemplo, actividad física, higiene del sueño, dieta, no fumar y adherencia a la medicación) entre las personas con mayor bienestar.

El “bienestar positivo” también se ha relacionado con un mejor funcionamiento inmunológico, neuroendocrino y cardiovascular, además de la reducción de la reactividad al estrés, pero la literatura muestra hallazgos inconsistentes y ciertos vacíos en el conocimiento de las hipotéticas causas o mecanismos involucrados.

Es posible que nuevas estrategias metodológicas para estudiar estos temas, permitan aclarar las numerosas interrogantes que surgen de la evidencia disponible, y quizás en un futuro las intervenciones para mejorar o mantener el “bienestar positivo” en las personas, tengan un espacio validado en el ámbito de la terapéutica en salud.