El cambio climático está reconfigurando significativamente la distribución espacial y temporal de las enfermedades infecciosas. El aumento de las temperaturas medias globales, las alteraciones en los patrones de precipitación y la mayor frecuencia e intensidad de eventos extremos han influido directamente en la expansión geográfica y estacional de vectores como mosquitos y garrapatas, responsables de la transmisión de enfermedades tales como dengue, malaria, zika, chikungunya y fiebre de Lyme.
Zonas que históricamente no eran endémicas para estas enfermedades ahora registran casos autóctonos y brotes epidémicos. Proyecciones científicas sugieren que, para el año 2050, casi el 50% de la población mundial podría estar expuesta al riesgo de infección por el virus del dengue como consecuencia directa del calentamiento global (1).
Los efectos del cambio climático también inciden en la biología y dinámica poblacional de los vectores. Por ejemplo, el incremento de lluvias aumenta la disponibilidad de criaderos acuáticos para especies de Aedes y Anopheles, mientras que las sequías prolongadas concentran la actividad vectorial en fuentes de agua restringidas, intensificando así el contacto entre vectores y humanos. En África subsahariana, se ha observado una reemergencia de la malaria en zonas de alta altitud donde previamente no era endémica. En Asia, alteraciones en los patrones de los monzones han propiciado la aparición de nuevos focos epidémicos de enfermedades vectoriales (2).
Este fenómeno trasciende las enfermedades transmitidas por vectores. El calentamiento global y la degradación ambiental también favorecen la proliferación de enfermedades transmitidas por agua y alimentos, como el cólera, debido al crecimiento acelerado de microorganismos patógenos en condiciones térmicas elevadas y a la disminución del acceso a fuentes seguras de agua potable. Además, el deshielo del permafrost en regiones polares plantea riesgos emergentes relacionados con la liberación de microorganismos desconocidos o antiguos, incluyendo posibles patógenos zoonóticos, cuya reaparición podría representar una amenaza sin precedentes para la salud pública global (3).
Ante este complejo escenario, expertos en salud pública y clima destacan la necesidad urgente de fortalecer los sistemas de vigilancia epidemiológica basados en datos climáticos y ambientales, implementar estrategias integradas de adaptación y mitigación, y promover una cooperación internacional robusta y coordinada. Estas acciones son esenciales para anticipar, prevenir y responder eficazmente a los desafíos emergentes que plantea la interacción entre el cambio climático y la dinámica de las enfermedades infecciosas en un planeta en transformación (1, 2, 3).
Referencias:
1. Mora, C., McKenzie, T., Gaw, I. M., Dean, J. M., von Hammerstein, H., Knudson, T. A., ... & Franklin, E. C. (2022). Over half of known human pathogenic diseases can be aggravated by climate change. Nature Climate Change, 12, 869–875. https://doi.org/10.1038/s41558-022-01426-1
2. Sharma, S., & Sharma, V. (2024). Unleashing the relationship between climate change and infectious diseases. International Journal of Community Medicine and Public Health, 11(11), 4569–4576. https://doi.org/10.18203/2394-6040.ijcmph20243325
3. A., A., M., A., Sundar, J. S., Kalpana, S., Valarmathi, S., & Srinivas, G. (2024). Unleashing the relationship between climate change and infectious diseases. International Journal Of Community Medicine And Public Health, 11(11), 4569–4576. https://doi.org/10.18203/2394-6040.ijcmph20243325