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Noticia / 24 de Septiembre de 2024
Hábitos: la clave para una vida eficiente y saludable

El psicólogo William James introdujo el concepto moderno de hábitos a finales del siglo XIX. Los definió como rutinas, conductas o procesos cognitivos que, si bien se inician de manera espontánea, se repiten automáticamente debido a experiencias previas. Representan “modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas” [1].

Dependen del contexto, se fortalecen mediante la repetición y asociaciones con señales del entorno que los rodea. Tienen un propósito fundamental al hacernos más eficientes, reducir la carga de decisiones que enfrentamos cada día y liberar energía mental para tareas más exigentes [2].

Una reciente revisión ha explorado la compleja intersección entre la neurobiología individual, la neuroplasticidad, el contexto cultural y las elecciones de estilo de vida en la configuración de nuestros hábitos. 

La formación se extiende más allá de la simple repetición de acciones. Es un fenómeno complejo que surge de una confluencia de conductas de adherencia, mecanismos cognitivos, influencias ambientales externas y fundamentos neuroquímicos.

En el centro de esta orquestación se encuentran los ganglios basales, una constelación de núcleos profundamente entrelazados con el control motor y los procesos cognitivos integrales para la formación de hábitos.  Estas estructuras, junto con el sistema dopaminérgico, sirven como punto de apoyo para los procesos de habituación, mediando la interacción entre las acciones rutinarias y las señales de recompensa. Además, la dopamina, un neurotransmisor sinónimo del sistema de recompensa, desempeña un papel fundamental en la configuración y el refuerzo de las vías neuronales asociadas con las conductas rutinarias. Cada ejecución exitosa de una acción habitual desencadena una oleada de dopamina, instándonos a repetir el comportamiento. Este proceso mejora aún más la neuroplasticidad, que es la notable capacidad del cerebro para adaptarse y remodelarse formando nuevas conexiones a lo largo de la vida. 

Las personas pueden beneficiarse de rutinas estructuradas y recordatorios, mientras que intervenciones como la terapia cognitivo conductual (TCC) aprovechan la autoconciencia para alterar las respuestas habituales. Además, la cultura actúa como una poderosa lente a través de la cual evaluamos nuestras acciones y formamos hábitos. Las normas, valores y prácticas sociales influyen profundamente en los hábitos que adoptamos y mantenemos. Los factores del estilo de vida como la meditación, la atención plena, el sueño, la luz solar y el ejercicio también desempeñan un papel crucial en la configuración del paisaje neuronal para la formación de hábitos.

Al reconocer la interacción entre la neurobiología, el contexto cultural y las elecciones de estilo de vida, las personas pueden diseñar estrategias personalizadas de formación de hábitos. Este enfoque holístico cultiva y mantiene comportamientos positivos, lo que conduce a una vida moldeada por hábitos deliberados y conscientes que contribuyen al bienestar y crecimiento personal.

Esta adaptabilidad presenta una oportunidad emocionante para reescribir el guión de nuestro repertorio habitual, integrando comportamientos nuevos que promuevan la salud [3].

Referencias:
[1] Real Academia Española: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.7 en línea]. <https://dle.rae.es> [agosto 2024].
[2] Mendelsohn AI. Creatures of Habit: The Neuroscience of Habit and Purposeful Behavior. Biol Psychiatry. 2019 Jun 1;85(11): e49-e51. doi: 10.1016/j.biopsych.2019.03.978.
[3] Wyatt Z.  The Neuroscience of Habit Formation. Neurol Neurosci. 2024 Mar;5(1):003. doi: 10.33425/2692-7918.1063.