Aunque el amor es una de las sensaciones más extraordinarias, son escasas las publicaciones que hayan abordado una explicación fisiológica para este sentimiento.
El amor es un mecanismo biológico complejo que emerge de las zonas más primitivas de nuestro cerebro e inunda con señales químicas – a menudo transportadas a través del nervio vago- todo el cuerpo. Son hormonas y neurotransmisores los responsables de crear los más intensos, caóticos o incluso contradictorios sentimientos experimentados por alguien “enamorado”.
Un elemento común es el neuropéptido oxitocina. En los grandes mamíferos, juega un papel central en la reproducción. Ayuda a expulsar al bebé del útero, desencadenar la eyección de leche y sellar un vínculo selectivo y duradero entre la madre y la descendencia.
El argumento a favor de un efecto importante para la oxitocina en el amor es fuerte, pero a la fecha se ha basado en el estudio del comportamiento en animales. Sin embargo, experimentos en humanos han demostrado que su administración intranasal puede facilitar el contacto visual y la cognición social, conductas relacionadas con el amor.
La oxitocina no es el equivalente molecular del amor y no actúa sola. Su liberación y acciones dependen de muchos otros neuroquímicos, como los opioides endógenos y la dopamina. Particularmente la interacción con la vasopresina resulta importante para permitir la dinámica de estados y comportamientos necesarios para el amor.
Los autores del artículo que a continuación ponemos a su disposición sugieren además el “carácter epigenético del amor”, demostrando en sus investigaciones, que la experiencia en la vida temprana afecta la metilación y expresión del gen del receptor de oxitocina y vasopresina.
Sin embargo, el amor no está exento de peligros. Las emociones fuertes desencadenadas pueden dejarnos vulnerables y las relaciones fallidas suelen tener efectos devastadores en nuestra salud. Por fortuna, las moléculas asociadas también poseen propiedades reconstituyentes, incluida la capacidad de curar literalmente un "corazón roto".
La oxitocina ejerce efectos protectores y restauradores a través de su capacidad para convertir células madre indiferenciadas en cardiomiocitos. También facilita la neurogénesis adulta y la reparación de tejidos, especialmente después de una experiencia estresante. Teniendo en cuenta estos antecedentes se podría considerar que el corazón parece depender de la oxitocina como parte de un proceso normal de protección y autocuración.
Aunque la investigación sobre los mecanismos a través de los cuales el amor nos protege contra el estrés y la enfermedad recién comienzan, esta evidencia aumentará nuestra comprensión de la forma en que nuestras emociones impactan en nuestra salud.
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Referencia:
Carter, C. S., & Porges, S. W. (2013). The biochemistry of love: an oxytocin hypothesis. Science & Society Series on Sex and Science. EMBO reports, 14(1), 12-16.