Para muchos, un perro representa compañía, alegría y una lealtad incondicional. Sin embargo, cada vez más estudios científicos demuestran que el vínculo con estos animales va mucho más allá del afecto: podría ser, literalmente, un salvavidas.
Una revisión científica reveló un dato sorprendente: las personas que tienen perro presentan un 24% menos de riesgo de morir por cualquier causa. En el caso de quienes han sobrevivido a un infarto, el riesgo de muerte cardiovascular se reduce hasta en un 65% [1]. ¿La razón? Caminar con mayor frecuencia, reducir el estrés y establecer vínculos emocionales genuinos que impactan directamente en la salud del corazón.
En Suecia, un estudio de cohorte con más de tres millones de personas confirmó estos beneficios: los dueños de perros vivían más y sufrían menos enfermedades cardíacas, especialmente aquellos que vivían solos [2]. En otras palabras, un perro puede ser, además de compañía, una poderosa medicina contra la soledad y el aislamiento, factores reconocidos como perjudiciales para la salud.
El poder terapéutico también se extiende al bienestar mental. Estudiantes que interactuaban con estas mascotas de terapia durante seis semanas reportaban mejoras significativas en su calidad de vida, así como una notable reducción del estrés y la ansiedad [3].
Estos hallazgos son una llamada de atención. En un mundo cada vez más vertiginoso, donde los niveles de ansiedad, depresión y enfermedades crónicas continúan en aumento, los perros se revelan como aliados silenciosos y eficaces para cuidar tanto del cuerpo como de la mente.
Quizás ha llegado el momento de mirar a nuestros fieles compañeros con otros ojos: no solo como compañías, sino como parte de una estrategia de salud preventiva respaldada por evidencia científica.